El ritmo de mis palabras no tiene fin. Tan distinto de todo lo demás en este mundo. Ellas son la única salida, la única opción de trasgresión que yo conozco en este orden científico. Y lo juntan todo y lo separan a la vez. Son ellas el principio y mi final. Recipiente infinito de la existencia.

lunes, 16 de noviembre de 2009

11 de Septiembre


En días como hoy, en los que pueden derrumbarse grandes torres, no me sorprenden para nada los caprichos del destino. Sin embargo, no dejo pensar en los motivos que puede tener el devenir para plegar nuestros caminos a su impredecible voluntad. Es como si fuésemos parte de un inmenso engranaje de energía que necesita alimentarse de su propio movimiento para poder crecer.
Y mientras tanto seguimos recorriendo los callejones de nuestras vidas, sin imaginar siquiera quien puede ser el dueño de esta mano invisible dirige los sucesos que nos marcan.
Solo resta comprender cuál es el efecto de nuestra vida en otra, contra la que ocurre una colisión sin freno. Porque al destino se le olvida explicarnos la dirección de nuestro movimiento. Entonces, sabemos que vamos hacia algún lugar que todavía no podemos nombrar. Entonces sabemos que somos seres encontrados sin llegar a comprender del todo lo que significan los sentimientos.
Solo se, en días como hoy, que gracias al destino y sus siniestros juegos, mi corazón se siente libre. Que estoy inmensamente alegre. Nada es inmutable, nada es fijo. Nuevamente somos un pequeño fragmento del inmenso mecanismo del destino. Y solo está el momento impostergable del "ahora", el "no-futuro", la implacable realidad que nuestra mente no nos deja asimilar, pero que está presente como un testigo silencioso. En días como hoy...
En días como hoy valen los sueños.
En días como hoy, tenemos la absoluta certeza de que todo puede ser posible; Amar, construir imperios, desafiar al tiempo y a la distancia.
En días como hoy todo puede ser posible.
En días como hoy hasta las torres más sólidas pueden derrumbarse como si fueran castillos de naipes.

Sueño


Me busqué. En Mis ojos, en mis manos, en mi propia piel que no será nunca mas la piel de otro. Me busqué en el vacío; Navegando soledades, descubriendo los mapas de mi sonrisa sobre la noche.

Y me encontré. En el miedo, en la fresca incertidumbre delante del espejo.

Depronto abrí los ojos y descubrí mi cuerpo abrazado por las lágrimas, exiliado de la patria del vértigo. Allí simplemente seguía dormida, soñando con caballos blancos.

martes, 2 de junio de 2009

La Ironía de Juan Pablo Castel (o el grito desde El Túnel)

La búsqueda no cesa y en el camino se resumen las coincidencias que no son más que los caprichos del azar. Entiendo entonces que la vida se empeña en llevarnos por lugares que no se pueden evadir. Mientras tanto el desacierto no se diluye y en mí persiste el sueño de estar equivocada. El universo todavía tiene que demostrarme su teoría.
A esos errores, a esos caprichos sobre los que se vierte la anestesia de la desesperanza, a esa gran certeza; la de las horas perdidas, la del secreto mundo de peces y caracoles…a los millares y a los invisibles ceros. A todos los que pasaron por alto la ventana de Maria…les lanzo mis palabras dentro de una botella...

domingo, 10 de mayo de 2009

Escapes...

El resultado de mirar por la ventana, es que a veces no puedo evitar que mis ojos se escapen a la fantasía. Y es que no hay mejor pasaporte para los sueños que el sentirse absorto en el profundo azul, en la magia de las nubes.

Sin embargo no puedo dejar de pensar en el cielo mas bonito que he visto jamás, que es el cielo de mi querida Bogotá. Tal vez sea la luz que parece de caramelo, la textura de las nubes que a veces son de plomo, las montañas o simplemente que el azul se ve mas intenso desde el hogar...

Recuerdo la última vez que dejé mi añorada ciudad; una tarde de despedida en la que miré hacia arriba justo antes de partir, con las maletas llenas de recuerdos, y pensé: - Quisiera llevarme el cielo en una cajita...-

Aun así y sin importar donde me encuentre, el cielo siempre es el cielo; místico talisman, brújula de soledades, oráculo milenario que aloja los misterios mas profundos de la humanidad. Silencioso cómplice que cubre nuestra intimidad con su sábana de secretos. El ojo que todo lo vé, testigo omnipresente de nuestros tesoros y de nuestras miserias. Nadie jamás ha podido engañar al cielo.

Y aunque no puedo saber con certeza si al decir cielo nos referimos a uno o a muchos, se que en esencia es un espejo como la realidad, y en él cada cual tiene su propio reflejo. Entonces ¿tiene sentido pensar en tu cielo, mi cielo...nuestro cielo?

En últimas, el cielo no es mas que ese ámbito paralelo a la verdad, dimensión en la que cada uno decide transitar para tomarse un respiro. Ápice de soledad que nos conecta con lo mas profundo de nosotros mismos y que nos sirve de escape cuando la realidad nos resulta demasiado ardua para habitarla.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Heteronimia

Esta es la historia de un regalo de cumpleaños, el poder del presente que me permitió descubrir la evasión hacia otra identidad. Fue así como surgió, gracias a un libro de Fernando Pessoa, el proyecto de poesía a través de la Heteronimia. Y de pronto, yo he dejado de ser yo. Ahora mis líneas se alojan en la mente, en el corazón, de una persona que no existe y que es tan real como la imagen que me devuelve el espejo. Ahora hay una mano invisible que traza palabras por mí desde una identidad nueva. Una persona creada a partir de la idea de reflejar a la mujer en cada una de sus facetas. Señoras y Señores, con ustedes Amelia Giraldo: Esa que no soy yo pero que he creado para salirme con la mía, para jugar sin pudores, para descubrir ser todo aquello que la implacable realidad no me permite descubrir en mi propio pellejo. Y así aprenderé a desafiar al miedo, al espacio en blanco que me carcome desde el ser mi propia verdad. He de despojarme del miedo y de la vergüenza, porque nada de lo que escribo me pertenece. Cada verso, cada palabra, cada letra lo habré tomado del universo poético que habita mi imaginación, ese universo misterioso por el que ni siquiera yo misma soy capaz de transitar.

jueves, 23 de octubre de 2008

No existen las casualidades

Hace un tiempo en casa de una vieja amiga descubrí que los caprichos del destino a veces vienen a visitarnos sin avisar. El título de un libro, visto por azar en una estantería sería mi billete de entrada, el camino irremediable hacia el espejo. Jamás creí que que las acciones de épocas ajenas se entrelazarían con algunos de los sucesos de mi vida futura. Era un domingo del Octubre Bogotano, una tarde de nubes plomizas y recuerdos blancos, día de herencia inolvidable y de comprender que los sueños, una vez que se cumplen, se nos caen de los ojos como pequeñas gotas de rocío. Así fue la tarde en que conocí a Meira del Mar. Escuché su trémula voz al otro lado del teléfono removiendo mi pasado y mi futuro, acercándome al legado desconocido de mi propia estirpe y regalándole a mis versos una sonrisa permanente.
Desde entonces encontré un refugio de blancas paredes en medio del cálido y natal Caribe Colombiano. Lugar de añorada visita que quiere ganarle al tiempo. Donde la débil memoria, la soledad y los ojos vacíos jamás devoran la cándida devoción al arte de las palabras - que es el mismo arte de saber amar sin esperar nada a cambio.
Así, años después de aquel encuentro las casualidades se me clavan en el pecho. Me veo sentada delante del espejo escuchando la poesía del tiempo, contemplando mis ojos en los ojos perdidos de la soledad, mi espíritu en otro espíritu que no se extingue ni siquiera con el último suspiro del ocaso. Nuevamente es Octubre y veo a mi propia mujer en dos mujeres que me están enseñado olvidarme del blanco miedo.
Agradezco a la hermandad de las palabras, al cariño de mi infancia que una tarde me regaló una llamada telefónica, a los nombres y los rostros que permanecen siempre como pequeños talismanes de la memoria. Y aunque no puedo recordar el día en que conocí a Maruja Vieira, gestora silenciosa de ilusiones, quiero regalarle las palabras que salen de un corazón sobrecogido de alegría.

domingo, 19 de octubre de 2008

Sincericidio



Sincericidio...
Tener miedo no siempre significa ser cobarde. Simplemente, a veces hay que recorrer un camino mas largo para enfrentar aquello que nos supera. Me gusta pensar que no existe el tiempo y que cada cosa nos ocurre en el momento preciso.